domingo, 31 de agosto de 2008

BUZÓN DE SUGERENCIAS

QUERIDA FAMILIA
De cara al invierno,por ello nos gustaría mejorar a través de vuestras sugerencias en esta entrada, gracias de antemano.

jueves, 21 de agosto de 2008

PETER PAN: 25 DE AGOSTO

Wendy, Michael y John eran tres hermanos que vivían en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter.
Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita moverse por la habitación.
Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con Campanilla al País de Nunca Jamás, donde vivían los Niños Perdidos...
- Campanilla os ayudará. Basta con que os eche un poco de polvo mágico para que podáis volar.
Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló:
- Es el barco del Capitán Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devoró la mano y se tragó hasta el reloj. ¡Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac!
Campanilla se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que, adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe.
Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John.
Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitán Garfio decidió envenenarle, contando para ello con la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia Wendy. Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderosísimo veneno.
Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como, gracias a los niños, Campanilla se salvó.
Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarles, cuando de repente, oyeron una voz:
- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo!
Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis ver al Capitán Garfio nadando desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo.
El resto de los piratas no tardó en seguir el camino de su capitán y todos acabaron dándose un saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los demás niños.
Ya era hora de volver al hogar. Peter intentó convencer a sus amigos para que se quedaran con él en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver, así que Peter les llevó de nuevo a su casa.
- ¡Quédate con nosotros! -pidieron los niños.
- ¡Volved conmigo a mi país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos.
- ¡Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós.

martes, 5 de agosto de 2008

AVISO URGENTE

Informamos a todos los padres,madres,abuelos/as y cuidadores que tienen a sus hijos inscritos dentro de las actividades del Rincón del Peque de la Universidad Popular, que a partir del lunes 11 se suspenderán las clases hasta el día 18 en el que se renaudarán las actividades, todo ello debido a las ferias y fiestas de la Piedad.
Gracias a todos y Felices Fiestas.

¿Qué hicimos durante el descanso de festibarros?

Como es ya habitual desde la Universidad Popular de Almendralejo durante el Festival de Mérida,realizamos un viaje para ver la obra familiar "Prometeo" que se realizó en el Foro Romano de Mérida, esta obra aborda la historia del héroe que robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres.Una obra muy divertida que gustó tanto a los peques como a sus "acompañantes" (los padres). En el autobús, comenzando el camino a Mérida.
Ya en el foro, los niños esperan impacientes el comienzo de la obra.Prometeo entrega el fuego a los hombres.El fuego fue un elemento importante durante la obra, y los niños y niñas lo agradecieron boquiabiertos.
José María Galavís, actor de Almendralejo fue la nota más graciosa de la obra, los niños y los mayores reían a carcajadas con la interpretación de dos personajes, Furia y Hermes.La aparición de "Océano" con su Dragón Marino fue una de las sorpresas que más gustó a los niños.Hermes, mensajero de los dioses, habla con Prometeo para informarle del castigo que Zeus le tiene guardado, al fondo la representación del Mar (3 chicas de azul) que realizaron ademaś de una gran interpretación, un esplendido espectáculo acrobático.Hércules, el Semidiós, libera a Prometeo cautivo y mata con su arco al águila que todos los días come el hígado de éste.Los chicos se van levantando al finalizar el espectáculo con un gran sabor de boca

lunes, 4 de agosto de 2008

Actividades en el Centro Ambiental las Aguas






Durante los viernes del mes de julio hemos visitado el centro Ambiental "Las Aguas", en estas visitas hemos visto peliculas sobre naturaleza, jugado con agua, y dibujado animales, también un dia sembramos plantas Gloria nos trajo el carnet de cuidadores del Planeta



Cuento Lunes 18 de Agosto: Los tres Cerditos

Había una vez tres cerditos hermanos que vivían muy felices, cantando y comiendo bellotas. Les gustaba la música y cada uno de ellos tocaba un instrumento. El más pequeño tocaba la flauta, el mediano el violín y el mayor tocaba el piano...
Pero en el mismo bosque vivía un lobo que se los quería comer. Los tres hermanitos decidieron hacerse una casa para vivir más tranquilos y seguros, pero no se ponían deacuerdo en los materiales para construir la casa.La mía será de paja - dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede sujetar con facilidad. Terminaré muy pronto y podré ir a jugar. El hermano mediano decidió que su casa sería de madera: - Puedo encontrar un montón de madera por los alrededores, - explicó a sus hermanos, - Construiré mi casa con todos estos troncos y me iré también a jugar.El mayor decidió construir su casa con ladrillos. - Aunque me cueste mucho esfuerzo, será muy fuerte y resistente, y dentro estaré a salvo del lobo. Le pondré una chimenea para asar las bellotas.Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la puerta, felices por haber acabado con el problema: -¡No nos comerá el Lobo Feroz!Entonces de detrás de un árbol grande surgió el lobo, rugiendo de hambre: - Cerditos, ¡os voy a comer! Cada uno se escondió en su casa, pensando que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz se encaminó a la casita de paja del hermano pequeño y en la puerta aulló: - ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! Y sopló con todas sus fuerzas: sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa de madera del hermano mediano. - ¡No nos comerá el Lobo Feroz! - ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz! - cantaban desde dentro los cerditos. De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocó delante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo: - ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! La madera crujió, y las paredes cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo del mayor. ¡No nos comerá el Lobo Feroz! - Cantaban los cerditos. El lobo estaba realmente enfadado y hambriento, y ahora deseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, y frente a la puerta bramó: - ¡Soplaré y soplaré y la puerta derribaré! Y se puso a soplar tan fuerte como el viento.
Sopló y sopló, pero la casita de ladrillos era muy resistente y no conseguía su propósito. Decidió trepar por la pared y entrar por la chimenea. Se deslizó hacia abajo... Y cayó en el caldero donde el cerdito mayor estaba hirviendo sopa de bellotas. Escaldado y con el estómago vacío salió huyendo hacia el lago.
Los cerditos no le volvieron a ver. El mayor de ellos regañó a los otros dos por haber sido tan perezosos y poner en peligro sus propias vidas. Los dos hermanitos menores aprendieron que sólo con el trabajo se consiguen las cosas.

sábado, 2 de agosto de 2008

CUENTO DE CAPERUCITA ROJA DIA 4 DE AGOSTO

No había en aquellos contornos niña más graciosa y juguetona que Caperucita Roja. La llamaban así por la caperuza con que protegía su cabeza, del mismo color encarnado que el resto de la capa.
- ¡Caperucita! ¡Caperucita!
- ¡Voy enseguida, mamá!
- contestó sorprendida. ¿Para qué la querría a media mañana?
Mira, Caperucita - dijo su madre - . La abuelita está enferma y no puede levantarse, así que toma esta cesta de comida y llévasela.
- ¿Qué tiene? Preguntó la niña.
- Muchas cosas, hija. Ya es mayor y le sobran achaques.
- ¿Puedo quedarme un ratito con ella? - rogó Caperucita. - Está bien, pero no te entretengas demasiado; quiero que estés de vuelta antes del anochecer. - Descuida, mamá - repuso la niña alegre. - ¡Ah!, cruza el bosque lo más deprisa que puedas. Si tropiezas con el lobo, avisa a los leñadores; ellos sabrán ahuyentarle. - ¿Es que hace algo malo? - Se extrañó Caperucita, acostumbrada a ser amiga de todos los animalitos. - Si hija. Se come a los niños pequeños cuando tiene hambre. Caperucita movió la cabeza, como dudando. No acababa de creerse el cuento. ¡En fin!, su madre sabría lo que se decía. Echando mano de la cesta, ciñó sus hombros con la capa, tapó sus cabellos rubios con la caperuza, y , tras despedirse cariñosamente, penetró en el bosque.
- ¡La, la, ra, la, ra...! - iba ella cantando, jubilosa. De trecho en trecho, se detenia a jugar con sus amigos los conejos, atenta siempre a cuantas bellezas la rodeaban. - ¿Dónde vas, Caperucita? - saludaban los leñadores.
- ¡Acasa de mi abuelita!
- ¡Pues ojo con el lobo!
- ¡Vale! - decía ella, para tranquilizarles.
Una sombra se deslizó tras los matorrales, en su dirección. Sabiendo que se trataba del lobo, la niña empezó a juntar un ramillete de flores para su abuelita, mientras vigilaba al intruso con el rabillo del ojo.
"A ver si es tan feroz como dicen" - pensó Caperucita según se acercaba el animal.
"Mm...!. ¡Qué tiernecita debe estar!" - se relamía, entretanto, el lobo, al imaginar el banquete que el aguardaba.
De un salto, se plantó ante Caperucita, y provocó la estampida de los conejos. La niña, sin inmutarse, sonrió dulcemente, y le dijo:
- Hola, te esperaba.
¿No te asustas al verme? - preguntó el lobo, confuso.
- ¡Qué va! Te pones tan serio que me das risa.
- ¡Pues todo bicho viviente tiembla en mi presencia!
- ¡Ah, si! ¿Por qué?
- Por que de un bocado puedo comerme enterita a una niña como tú.
- Eso diden mi madre y los leñadores, pero creo que exageran - opinó Caperucita, tan campante.
- ¡Esto es el colmo! - exclamo el lobo, pasmado.
- Adiós, tengo prisa - abrevió la niña, poniéndose en pie.
- ¡Un momento! ¡Tú no te vas de aquí!
- Comprendelo, mi abuelita está en la cama, y necesita que la ayude - explicó Caperucita, mientras cogía de nuevo la cesta.
Esta última respuesta interesó al lobo. ¿Su abuelita? Tambien podría zamparsela a ella y, además, en su propia casa, sin testigos indiscretos. Rápidamente fraguó un plan muy ingenioso, y permitió que Caperucita se marchase.
- ¡Claro que lo entiendo, niñita querida! - repuso muy ladino-. Puedes irte cuando quieras. ¿Quién soy yo para impedírtelo?
- Sabía que no eras tan malo como la gente opina. ¡Hasta la vista! - se despidió Caperucita, gratamente sorprendida.
Apenas se vio solo, el lobo se dirigó a todo correr, por un atajo misterioso, a casa de la abuela de Caperucita. La niña, entretanto, siguió su camino tranquilamente, de nuevo escoltada por los animalitos del bosque.
"je, je, je! ¡Menudo atracón me voy a dar con las dos - pensaba el lobo, con gesto maligno-. La abuela estará ya algo pasadita, pero no me importa. La echaré al coleto como está mandado".
En menos que canta un gallo, se presentó el lobo ante la cabaña donde vivía la anciana. Tras un leve respiro alzó su pata derecha, y llamó a la puerta varias veces.
¡Toc, toc, toc!
¿Quién es? - preguntó la abuelita, desde la cama.
- Soy yo, Caperucita - fingió el lobo, imitando torpemente la voz de la niña - Abre, que te traigo una cesta de comida.
La enferma guardó silencio, extrañada de aquella voz tan ronca; su nieta no hablaba así. Recelando algo, se levantó sin hacer ruido y fue a mirar por la ventana. ¡Cual no sería su sorpresa al descubrir al lobo!
Aturdida por el miedo, corrió a refugiarse en la caja de su reloj de péndulo.
- ¡Qué apuro tan grande, Dios mío! - pensó la pobre.
El lobo, impaciente por el mutismo de la abuela, volvió a la carga:
- ¿A qué esperas para abrirme, abuelita? ¡Estoy cansada y quiero verte!
Nada, ni un murmullo ahí dentro. Oliendose la tostada, empujó la puerta suavemente, y ésta se abrió con un molesto chirrido. ¡La anciana, en su confusión, habia olvidado echar el cerrojo!
¡Je, je, je! ¡Esto sí que no me lo esperaba! Mientras llega Caperucita, iré tomando el aperitivo. ¿Dónde se ha metido, abuelita del alma? - gritó el lobo, ya con su propio timbre de voz, y muy ufano.
La buscó por toda la cabaña, sin resultado. Rascándose la cabeza con su más afilada pezuña, intentó explicarse lo sucedido:
- Se habrá escapado por una ventana la muy pícara. Bueno, es igual; aún me queda la nieta, el manjar más suculento del festín. Le daré una digna bienvenida.
Se puso a estudiar la situación. Pillarla por sorpresa era lo pricipal. Nada mejor para ello que hacerse pasar por la abuelita.
- ¡Hombre, aquí está su cofia! ¡Me vendrá que ni pintada! - exclamó, al hallar dicha prenda tirada en el suelo, justo enfrente del reloj.
Con mucho cuidado, se la encasquetó encima de las orejas, hasta lograr taparse completamente la cabeza. Luego, se metio en la cama, tiró del borde de las sábanas hasta la altura de los ojos, y esperó el instante soñado.
Al poco rato, se oyeron golpes en la puerta:
¡Toc, toc, toc!
- ¡Quién anda ahí? - preguntó el lobo, imitando esta vez a la anciana.
- ¿Puedo entrar, abuelita? ¡Soy Caperucita!
- ¡Pasa, hija pasa! - invitó el fiero animal, con la boca hecha agua.
- ¿Cómo te sientes? - se interesó la niña, ya junto a la cabecera de la cama.
- ¡Ay, muy mal, niñita mía, muy mal!
Tampoco tuvo éxito el lobo en esta ocasión, porque Caperucita frunció el ceño, inclinó su rostro en la penumbra del cuarto, y estudió con atención a "la enferma".
-¡Tu voz suena muy rara abuelita! ¡No sé como decirte...!
- Es el catarro, hija, que me ataca a la garganta, y hace que hable así - explicó el lobo, tosiendo a continuación.
- ¡Pero yo la he oído en otra parte!
- Tú dirás dónde, bonita.
- ¡Te brillan mucho los ojos, abuelita! - exclamó Caperucita, asustada por aquellas enormes pupilas que destacaban sobre la almohada.
- Será por la fiebre - gimió el lobo.
- ¡Y se han vuelto grandísimos!
- Así puedo verte mejor, Caperucita.
- ¡Pero es que tus manos se han puesto negrísimas, y muy feas! - se alarmó ella, al advertir las dos patas superiores del lobo que sobresalian de las sábanas.
- Para acariciarte mejor, niñita.
- Y tu boca, abuelita....! - balbuceó la niña, espantada.
- ¿Qué le pasa a mi boca? - se molestó el lobo.
- ¡Es descomunal... y tiene dientes afiladísimos! -. Por un descuido, el lobo se había destapado un poco, dejando ver su reluciente dentadura.
- ¡Porque los necesio para comerte mejooor! - rugió el lobo, desmelenado, mientras se abalanzaba sobre ella libre ya de todo disfraz.

Caperucita, sobresaltada, dio un respingo, soltó la cesta y cayó al suelo de espaldas, quedando rodeada por los restos de comida. Este hecho la salvó, ya que el lobo pisó un tarro de mermelada, perdió el equilibro, y se ganó un soberbio trompazo, justo delante de ella.
Aprovechando el aturdimiento de su enemigo, Caperucita se levantó y echó a correr hacia la puerta de la cabaña. Apenas tuvo tiempo de abrirla, porque ya el lobo iniciaba su persecución.
- ¡Socorro, auxilioo! - gritó la niña.
Quiso la fortuna que un leñador, garrote en mano, llegase frente a la casa en aquel mismo instante. Parecía seguir la pista al lobo, a juzgar por su colérico semblante.
Caperucita, ciega de espanto, fue a su encuentro, gritando:
- ¡Ayúdeme, por favor! ¡El lobo quiere comerme!
- ¡Conque sí! ¿eh? - repuso el leñador, encajando su mandíbula.
- ¡Espera, no huyas! - vociferaba el lobo, casi en el umbral de la puerta -. ¡Corro mucho más que... ooooh!
¡Qué cara puso, amiguitos, al toparse con el leñador! Quiso frenar y cambiar de dirección, pero ya el garrote descendía sobre su mollera, y no pudo zafarse.

- Una lluvia de estacazos premió sus intenciones, y Caperucita se apartó un poco para contemplar el espectáculo.
- ¡Toma, toma y toma! ¡Desde hoy no te van a quedar ganas de meterte con niñas indefensas! - gritó el leñador, según le atizaba.
- ¡Aug...! ¡Ay! ¡Uy...! - se quejó el lobo, molido ya a golpes.
Ambos, victima y verdugo se perdieron bosque adelante, sin que la tunda aparentase terminar. Caperucita les siguió con la vista, sonriente, hasta que se acordó de su pobre abuelita. Entonces, volvió a entrar en la cabaña.
- ¡Abuelita, abuelita! ¿Dónde estás? - voceó acongojada.

- ¡Aquí, hijita! - respondió la anciana, que ya salía de la caja del reloj.
Caperucita corrió hacia ella con los brazos abiertos, y las dos se abrazaron tiernamente. En sus rostros campeaba un alivio infinito.
- ¡Qué susto he pasado ahí dentro! - confesó la abuela-. ¡Al sentir que llegabas, quise salir y distraer al lobo, pero se enganchó el pestillo, y no pude!
- Mejor que haya sido así - opinó su nieta.

- Dime, ¿cómo te has librado de ese bicho? - quiso saber la anciana. Caperucita se lo contó todo, y después preguntó a su vez:
- ¿Es verdad que estás enferma?
- Me parece que ya no, hijita mía - contestó la anciana-. La alegría de verte sana y salva me ha quitado todos los males.
Caperucita no pudo quedarse mucho tiempo junto a su abuelita; las horas se habian ido a lomos de tan emocionante aventura, y el crepúsculo se anunciaba. Aun así, regresó a su hogar muy contenta:
"La noto recuperada - se dijo la niña, pensando en la anciana-. En cuanto al lobo, ya sé como las gasta, y no le permitiré acercarse. Bueno, él tampoco se atreverá, después de la paliza recibida".
Su pronóstico se cumplió con exactitud, pues jamás volvió a ser molestada por el animal. Y es que no hay mal que por bien no venga.

ESTAMOS DE VUELTA

ESPERAMOS QUE ESTA SEMANA HALLAN PASADO POR FESTIBARROS O HALLAN APROVECHADO PARA IRSE A LA PLAYA Y PONERSE MORENITOS,ESTAMOS OTRA VEZ AQUI CON LAS PILAS CARGADAS PARA DIVERTIRNOS Y JUGAR. DURANTE ESTA SEMANA Y DESPUÉS NOS IREMOS DE FERIA HASTA EL 18 DE AGOSTO.